Vía Crucis en el Coliseo (foto de archivo - Vatican Media).
Los textos están inspirados en el Año de la Oración convocado por el Pontífice en preparación para el Jubileo de 2025. La mirada está fija en Jesús que da su vida para salvarnos, en un mundo en el que "basta un teclado para insultar y publicar condenas".
Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano
Es un diálogo con Jesús el que desarrolla el papa Francisco en las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, una conversación cara a cara con Cristo, compuesta de reflexiones, interrogantes, introspecciones, confesiones e invocaciones. Una larga oración íntima que, en este Año de la Oración, preludio del Jubileo, deja hablar al corazón humano. En las catorce estaciones, los sufrimientos de Jesús camino del Gólgota, los encuentros a lo largo de la Vía Dolorosa, la mirada amorosa de María que bajo la Cruz se convierte en Madre de todos los hombres, las mujeres capaces de gestos tiernos y valientes en los momentos más dramáticos, el Cirineo dispuesto a ofrecer su ayuda al Nazareno condenado a muerte, José de Arimatea que ofrece ese sepulcro donde Dios vencerá a la muerte, provocan un examen de conciencia que luego se convierte en oración, con una invocación final que repite catorce veces el nombre de Jesús.
26/03/2024
Vía Crucis 2024 en el Coliseo: las
meditaciones son escritas por Francisco"
En oración con Jesús en el camino de la Cruz" es el tema de las reflexiones que acompañarán las catorce estaciones en el tradicional y pío rito que tiene lugar cada Viernes Santo ...
El Papa introduce el Vía Crucis, subrayando que la oración caracterizó cada uno de los días de Jesús, con matices diferentes: como conversación con Dios, "lucha y petición, 'Aleja de mí este cáliz'", "entrega confiada y don, 'Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya'". Ante el miedo a la muerte y la "angustia bajo el peso de nuestros pecados", aquella oración se hizo más intensa y "la violencia del dolor" se convirtió en "ofrenda de amor" por la humanidad.
El silencio de Jesús
En la primera estación, para hacernos reflexionar está el silencio de Jesús ante el "falso proceso" que le condena, un silencio fecundo que "es oración, es mansedumbre, es perdón, es la vía para redimir el mal, para convertir tus sufrimientos en un don que nos ofreces", explica Francisco. Un silencio que el hombre de hoy no conoce, porque no encuentra tiempo para detenerse y permanecer con Dios y "dejar actuar su Palabra", pero que "estremece", porque enseña que la oración nace "de un corazón que sabe escuchar". La cruz con la que carga Cristo (segunda estación), en cambio, recuerda experiencias que todos vivimos: penas, dolor, decepciones, heridas, fracasos, cruces que también nosotros llevamos. "Jesús, ¿cómo rezar ahí?", pregunta el Papa, dando voz a una petición común, ¿cómo hacerlo cuando uno se siente aplastado por la vida? Cristo nos invita a acercarnos a Él, si estamos cansados y oprimidos, para que nos dé descanso, pero nosotros rumiamos, rumiamos, nos hundimos en el victimismo, y entonces Él "sale a nuestro encuentro", llevando nuestras cruces a cuestas, "para quitarnos la carga". Sin embargo, Jesús cae (tercera estación), pero tiene fuerzas para levantarse de nuevo; el resorte que le empuja hacia adelante es el amor, subraya Francisco, "porque el que ama no se queda derrumbado, sino que vuelve a empezar, el que ama no se cansa, sino que corre; el que ama vuela".
María, madre de Jesús, don para la humanidad
Después de la Eucaristía, Cristo nos regala a "María, el último don antes de morir", escribe el Papa meditando sobre la cuarta estación. Jesús camino del Calvario y su Madre: un encuentro que evoca cuidado y ternura, y que nos impulsa a dirigirnos a ella, a María -Madre que Dios da a todos los hombres- para poder "custodiar la gracia", "recordar el perdón y las maravillas de Dios", "saborear de nuevo las maravillas de la providencia, a llorar de gratitud". En cambio, el Cirineo que ayuda a Jesús a llevar la cruz (quinta estación) nos hace reflexionar sobre la presunción de hacerlo solo "ante los desafíos de la vida". "¡Qué difícil nos resulta pedir ayuda, ya sea por miedo a dar la impresión de que no estamos a la altura de las circunstancias, o porque siempre nos preocupamos por quedar bien y lucirnos! No es fácil confiar, y menos aún abandonarse". "Quien reza, enseña el Pontífice, es porque está necesitado, y tú, Jesús, estás acostumbrado a abandonarte en la oración. Por eso no desdeñas la ayuda del Cirineo".
El valor de la compasión
Entre la multitud que asiste al "bárbaro espectáculo" de la ejecución del Nazareno, hay también quien emite "juicios y condenas", arrojando sobre Él "infamias y desprecios", sin conocerle "y sin conocer la verdad". "Sucede también hoy, Señor, reconoce Francisco, y ni siquiera es necesario un cortejo macabro; basta un teclado para insultar y publicar condenas". Pero en Jerusalén, mientras "tantos gritan y juzgan" a Jesús, se presenta una mujer que "va contra la corriente, sola, con la valentía de la compasión; se arriesga por amor, encuentra la manera de pasar entre los soldados sólo para brindarte el consuelo de una caricia en el rostro". Un gesto de consuelo, el de la Verónica, (sexta estación) que pasa a la historia y que nos sitúa ante Cristo, "Amor no amado", que aún hoy, busca "entre la multitud corazones sensibles" a su sufrimiento y a su dolor, verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad. Pero "la cruz pesa mucho, lleva en sí el peso de la derrota, del fracaso, de la humillación". Entonces Jesús cae por segunda vez (séptima estación), y volvemos a vernos en Él cuando aplastados por las cosas, asediados por la vida, incomprendidos por los demás, comprimidos "en las garras de la ansiedad" y asaltados por la melancolía, pensamos que no podemos volver a levantarnos, o cuando volvemos a caer en nuestros errores y pecados, cuando nos escandalizamos de los demás y luego nos damos cuenta de que no somos diferentes.
Reconocer la grandeza de las mujeres
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén (octava estación) y para Francisco es la ocasión de exhortar "a reconocer la grandeza de las mujeres, las que en Pascua te fueron fieles y no te abandonaron, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia". Su llanto nos hace preguntarnos si sabemos conmovernos ante Jesús, crucificado por nosotros, si lloramos nuestras propias falsedades, o ante las tragedias, "ante la locura de la guerra, ante los rostros de los niños que ya no saben sonreír, ante sus madres que los ven desnutridos y hambrientos sin tener siquiera más lágrimas que derramar".
Y contemplando a Cristo despojado de sus vestiduras (novena estación), la invitación del Papa es a ver a Dios hecho hombre "en el sufrimiento", "en quien está despojado de dignidad, en los cristos humillados por la prepotencia y la injusticia, por las ganancias injustas obtenidas a costa de los demás y ante la indiferencia general".
En la cruz, pues, "mientras el dolor físico es más atroz", perdonando a los que "le están poniendo clavos en las muñecas" (décima estación), Jesús nos enseña que podemos encontrar "el valor de elegir el perdón que libera el corazón y relanza la vida".
El amor no queda sin respuesta
En el momento más oscuro y extremo Jesús grita su abandono (11ª estación), ¿cuál es la lección que hay que atesorar? "En las tormentas de la vida: en vez de callar y aguantar, clamar, sugiere Francisco, que en la duodécima estación se detiene en el ladrón que se confía a Cristo, quien a su vez le promete el Paraíso, haciendo así de "la cruz, emblema del tormento, en icono del amor", transformando "la oscuridad en luz, la separación en comunión, el dolor en danza e incluso el sepulcro ―última estación de la vida― en punto de partida de la esperanza". María, que en sus brazos acoge a Jesús muerto (13ª estación), al final del Vía Crucis, nos ayuda a decir sí a Dios, ella que "fuerte en la fe", cree "que el dolor, atravesado por el amor, da frutos de salvación; que el sufrimiento con Dios no tiene la última palabra". Y finalmente, José de Arimatea, custodiando el cuerpo de Jesús para darle digna sepultura (14ª estación) nos muestra que "todo don hecho a Dios recibe una recompensa mayor", "que el amor no queda sin respuesta, sino que da nuevos comienzos", que dar es recibir, "porque la vida se encuentra cuando se pierde y se posee cuando se da".
El Viernes Santo, 29 de marzo, a las 21:15 (hora de Roma) Vatican News transmitirá en directo el Via Crucis desde el Coliseo con la radiocrónica en español.
Las meditaciones son escritas por Francisco
"En oración con Jesús en el camino de la Cruz" es el tema de las reflexiones que acompañarán las catorce estaciones en el tradicional y pío rito que tiene lugar cada Viernes Santo por la noche.
Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
Después de obispos, religiosos, familias, jóvenes, estudiantes, matrimonios, misioneros, migrantes, refugiados de guerra, este año el Papa escribe las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo.
Es la primera vez que esto sucede en el pontificado de Jorge Mario Bergoglio. "En oración con Jesús en el Vía Crucis" es el tema elegido para las reflexiones que acompañarán las catorce estaciones que recuerdan el camino de Jesús hacia el Gólgota. Un título que sugiere el carácter profundamente "meditativo" de estos textos que, como señala la Oficina de Prensa de la Santa Sede, serán, por tanto, "un acto de meditación y espiritualidad, con Jesús en el centro. Él es quien hace el camino de la Cruz y nosotros nos ponemos en camino con Él. Todo está muy centrado en lo que Jesús vive en ese momento y está claro que nos extendemos en el tema del sufrimiento...".
Referencias más amplias
No habrá referencias tan directas a la actualidad, como en años anteriores, en los que participaron refugiados, víctimas de la trata o personas de países en guerra, o, el año pasado, con testimonios y diálogos tomados de los países heridos visitados por el Papa durante sus viajes apostólicos. Aunque "en este vía crucis, las conexiones son más amplias, al ser una oración, la referencia se amplía... La oración no va por categorías de personas, sino por situaciones". Ciertamente, la elección va unida al Año de la Oración que el Papa Francisco ha querido convocar como preparación al Jubileo, un acontecimiento que, como siempre ha dicho, tiene ante todo un carácter espiritual.
La presencia del Papa en el Palatino
En cuanto a la presencia del Papa en el Vía Crucis, teniendo en cuenta las condiciones de salud del Pontífice y la disminución de las temperaturas en Roma, no ha habido confirmación ni desmentido por parte de la Oficina de Prensa del Vaticano: se mantiene lo ya anunciado anteriormente, es decir, que el Papa estará el viernes por la tarde en el Palatino. "Por el momento no hay cambios respecto a lo ya previsto". Los textos de las meditaciones se distribuirán el viernes 29 de marzo y ese mismo día se darán más detalles sobre quiénes actuarán como los portadores de la cruz, a lo largo de las antiguas calles que rodean el Coliseo. Ciertamente, "las personas que llevan la cruz están relacionadas con la reflexión en la estación".
Los autores de las meditaciones en estos once años
En 2013, para el primer Vía Crucis de su pontificado, Francisco había confiado las meditaciones a un grupo de jóvenes libaneses bajo la guía del cardenal Béchara Boutros Raï; en 2014, fue el turno de monseñor Giancarlo Maria Bregantini, arzobispo de Campobasso-Boiano; en 2015, monseñor Renato Corti, obispo emérito de Novara; en 2016, el cardenal Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia-Città della Pieve, que fue elegido presidente de la CEI al año siguiente. En 2017, el Papa había elegido como autora de las catorce meditaciones a la biblista francesa Anne-Marie Pelletier, la primera mujer galardonada con el Premio Ratzinger.
En cambio, en 2018, las meditaciones fueron fruto de pensamientos, preguntas y observaciones de algunos jóvenes de entre 16 y 27 años, coordinados por el entonces "profesor" Andrea Monda, actual director de L'Osservatore Romano. Luego, en 2019, los textos giraron en torno al tema de la trata de seres humanos y fueron redactados por sor Eugenia Bonetti, misionera de la Consolata y presidenta de la Asociación "Esclavos nunca más". "Con Cristo y con las mujeres en el camino de la cruz" es el título de las meditaciones. El año de la pandemia del Covid-19, 2020, tuvo en cambio como protagonistas del Vía Crucis en el escenario inédito de una Plaza de San Pedro aislada, a los reclusos de la cárcel "Due Palazzi" de Padua. También hubo meditaciones preparadas por un grupo al año siguiente, 2021, en este caso de los scouts (Agesci "Foligno I", en Umbría), y la parroquia romana Santi Martiri di Uganda como autores que también habían acompañado sus escritos con algunos dibujos.
En 2022, el Papa Francisco había querido que la familia, con todas sus alegrías y fatigas, con sus diferentes vertientes y declinaciones, fuera el centro del Vía Crucis del Viernes Santo. Por ello, cada estación fue confiada a un tipo diferente de familia: un matrimonio y una de ancianos sin hijos; una familia numerosa y una que ha perdido una hija; una familia con un hijo con discapacidad, consagrado, una familia con un padre enfermo o que ha perdido una hija; una familia en misión, una familia adoptiva, una familia que dirige una "Casa Familia", dos abuelos, una viuda, padres e hijos emigrantes, dos familias: una ucraniana y otra rusa. Por último, en 2023, casi como si quisiera volver a tejer el hilo de sus diez años de pontificado celebrados unos días antes, eligió intercalar las etapas del Vía Crucis del Viernes Santo con textos tomados de testimonios, diálogos, discursos recogidos durante sus numerosos viajes apostólicos a los cinco continentes o en otras ocasiones. Voces de paz en un mundo en guerra", el título; las voces, es decir, de hombres y mujeres de diversas regiones afligidos por la violencia, la pobreza y el odio fratricida que hiere al mundo.
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