La magia del empoderamiento

Yo era una pringada (fácil), pero gracias a OnlyFans ahora soy puta

¿Tu ya te empoderaste?
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ANA ZARZALEJOS  UNO

Ana Zarzalejos  @ana_zarzalejos


Ana Zarzalejos - El Español - 11 mayo, 2024 2;30

Cuando el empoderamiento de la mujer es básicamente sexual y se abraza a la tecnología chamánica del siglo XXI, pasan cosas interesantes. Veamos.

Dos de los fenómenos más estériles de esta época han sido capaces de parir un lucrativo hijo llamado OnlyFans. 

España es el quinto país en creación de contenido en OnlyFans, tu proxeneta virtual de confianza.


España siempre ha sido una gran abanderada de la libertad.

Uno echa un vistazo a la cuenta de OnlyFans en X y ahí está todo. Uno se da cuenta de que no es recibido por imágenes excesivamente explícitas o por las categorías tradicionales de Pornhub, sino por historias de superación que hablan de mujeres emprendedoras y creativas. Y, sobre todo, empoderadas. Muy empoderadas


Gracias a OnlyFans, Fulanita ha podido construir su marca personal y conectar con sus clientes de una manera más personal.

Desde que comenzó su viaje en OnlyFans, esta ama de casa ya puede llegar a fin de mes y ser una madre presente en el hogar.

Todas están forradas y felices. «Yo era pringada (persona que se deja engañar con facilidad), pero ahora soy puta», parecen decir todas.

OnlyFans como un anuncio de Barbie y su variada oferta: le presentamos la onlyfaner científica, la onlyfaner ciclista, la onlyfaner madre. 

En breve, OnlyFans recibirá subvenciones como ONG dedicada a la promoción social y profesional de la mujer.

Así que el empoderamiento consistía en convertir a la juventud femenina española en un puticlub. Porque, por supuesto, el 97 por ciento de las creadoras son mujeres. En cambio, el consumidor mayoritario es varón. Curioso empoderamiento femenino ese del que el hombre no forma parte más que como cliente. 

En realidad, degradación del cuerpo en nombre de la sacrosanta autonomía

El primer disparo que se pegó el feminismo en el pie fue cuando aceptó que la referencia de libertad y autonomía para las mujeres debía ser nada más y nada menos que el hombre. Así que venga a luchar por el aborto simplemente para poder tener relaciones sexuales como los tíos, sin sufrir las consecuencias.

Y se convino en que lo máximo a lo que se podía aspirar en una relación sexual es a que fuera consentida, porque ya estaría ahí la clínica de turno para encargarse del asunto si los anticonceptivos no hacían su trabajo.

¿Hay algo más misógino que decirle a una mujer que para ser sana, libre y feliz tiene que ser como un hombre?


Pero ahora el discurso del empoderamiento nos ofrece una nueva medida de éxito: el mercado.

Así que, mujer del siglo XXI, coge ese cuerpo del que te llevan tiempo diciendo que es una máquina a tu servicio. Coge luego la tecnología que ha llegado para que seas un producto que satisfaga las necesidades del consumidor. Y ábrete una cuenta en OnlyFans. 

«Y seréis como dioses» susurró la serpiente en el paraíso. Y fue entonces cuando todo se fue a la mierda. 

OnlyFans es el producto de una sociedad que no ha sabido decirle a la mujer que ella es algo más que un mero objeto de deseo del hombre. Así que se ha quedado con la segunda opción: conviértete en una máquina tragaperras del macho de turno.

En lugar de ordenar nuestra voluntad para vivir de acuerdo con la naturaleza, retorcemos nuestra naturaleza para vivir de acuerdo con nuestra voluntad. Y resulta que acaba siendo la voluntad de un tío que está dispuesto a pagar por ver cómo te empoderas. 

Pero tú quieres ¿no? Y te estás forrando ¿no? Pues ya está.



OnlyFans nos muestra adónde lleva lo peor del pensamiento contemporáneo: a un escenario que reproduce con crueldad el sistema de castas (todo el dinero se lo lleva un uno por ciento de las creadoras). En el que las personas son productos a los que se aplican los criterios tecnológicos de productividad y obsolescencia programada, y que se ponen a la venta en un mercado de carne femenina en el que, de nuevo, los hombres son los consumidores

«Empoderaos», dicen, mientras nos excitamos con vosotras desde nuestro ordenador, mientras os hacemos bizum a medias para el aborto, mientras os decimos por chat cómo nos gusta que os liberéis.

Si esto era progreso y libertad, que nos digan donde está la hoja de reclamaciones. 

Lo advierte Wendell Berry en su ensayo Feminismo, el cuerpo y la máquina: «Nuestra revolución sexual es principalmente un fenómeno industrial en el que el cuerpo se utiliza como una máquina de placer con el objetivo de liberar el placer natural de las consecuencias naturales. Como cualquier otra empresa industrial, la industria sexual busca conquistar la naturaleza explotándola e ignorando las consecuencias, negando cualquier conexión entre la naturaleza y el espíritu, o el cuerpo y el alma, y evadiendo la responsabilidad social». 

La tecnología puede eliminar algunas barreras físicas. Puede hacer que no te quedes embarazada. Puede hacer que en vez de prostituirte en una calle lo hagas en tu habitación con una cámara web. Puede convertir todo en un proceso más estético, más higiénico, más atractivo para el marketing. Pero no puede cambiar la realidad. 

La tecnología no puede eliminar las barreras emocionales. No puede obviar que el ser humano fracasa cuando intenta instrumentalizar su cuerpo como si este no contuviese una identidad. Cuando agoniza para deshacerse de una naturaleza anterior a nuestra voluntad

Vivir en desacuerdo con la propia realidad siempre tiene un coste. Afortunadamente, la realidad suele abrirse paso. Confiemos en que, hasta que eso ocurra, OnlyFans no se cobre demasiadas vidas y demasiadas dignidades por el camino


Fuente: El Español

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