Soldados israelíes evacúan a un herido en un helicóptero militar cerca de la frontera con Gaza. Reuters
Guillermo Ortiz | El Español | 13 diciembre, 2023 03:11
El avance terrestre de las IDF apenas está encuentra resistencia en la Franja de Gaza. Aunque sus comunicados hablen de combates duros y feroces, lo cierto es que los tanques israelíes siguen avanzando día a día. En poco más de un mes, se han hecho con el 40 por ciento del territorio palestino. Las luchas siguen en torno a los barrios de Jabalia y Shejaiya en Gaza City y en los alrededores del Hospital Nasser, en la ciudad sureña de Jan Yunis.
Aparte de eso, solo sabemos de combates en la zona de Beit Lahia, justo al norte del campo de refugiados de Jabalia, de donde en los últimos días han llegado imágenes de combatientes de Hamás que se rinden en masa y expuestos en calzoncillos en mitad de la calle.
Lo llamativo es que toda esta superioridad evidente del ejército israelí que, sin duda, ha sabido manejarse mejor de lo esperado en la guerrilla urbana, no ayude a conseguir su mayor objetivo: liberar a los rehenes cautivos por Hamás desde el pasado siete de octubre.
No solo eso. Pese a que Israel dice haber conseguido matar a cinco de los principales comandantes de Hamás y aunque las rendiciones son abundantes, el hecho de que aún haya resistencia en determinados núcleos y los bombardeos tengan que ser constantes y causen numerosas muertes entre la población civil, hace pensar que algo no está bien. Y ese algo tal vez tienen relaión con la red de túneles que la organización terrorista construye dese hace años por debajo de la totalidad de la Franja.
Robots, drones… y perros
Se calcula que la extensión de dichos túneles es de 500 kilómetros. Un auténtico laberinto de estancias, lavabos, pasadizos y escaleras pensado para las actuales circunstancias.
Los túneles de Gaza podrían usarse como protección para los civiles, pero Hamás ha decidido que su finalidad sea puramente militar: dar cobijo a sus soldados, permitirles moverse al margen de la detección israelí y poder salir a la superficie en cualquier lugar de la Franja en pocos minutos.
Como quiera que Israel se mantenga fiel a su política de limitar al máximo el número propio de bajas en combate, la idea de descender a los túneles y combatir cuerpo a cuerpo con los terroristas está fuera de toda cuestión.
Un avión militar israelí lanzando un misil sobre Gaza. Reuters
Sería una decisión muy desacertada porque ahí no contaría la superioridad armamentística ni la mejor preparación de sus hombres. Se trataría de una auténtica carnicería que el alto mando intenta evitar.
En su momento se barajó la posibilidad de anegar estos pasadizos con agua del Mediterráneo, pero ¿cuánta agua sería necesaria para llevar esa tarea con éxito? ¿acaso no pondría en riesgo la vida de los rehenes si es que permanecen bajo tierra?
Por eso, las IDF han decidido recurrir a elementos alternativos para limitar la efectividad de los túneles. Están los bombardeos, por supuesto, y el sellado de salidas y entradas, pero no se ha demostrado suficiente.
En las últimas semanas, según informa el periódico estadounidense Wall Street Journal, habrían recurrido a robots, perros y drones para tener una idea más exacta de lo que sucede ahí abajo y cómo hacer el mayor daño posible a los terroristas sin arriesgar sus tropas.
El juego de Hamás
Los robots son ideales para calcular la profundidad de un determinado acceso al entramado subterráneo. Se utilizaron, por ejemplo, en el hospital de Al Shifa y es una herramienta empleada en la espeleología.
Los drones sirven para medir la extensión de cada pasillo y, con cámaras incorporadas, poder identificar cruces, giros y condiciones de potencial peligro. Toman en cuenta lo angosto de los túneles, en los que apenas cabe una persona, son el medio más rápido para poder dibujar un mapa aproximado de lo que se cuece debajo de Gaza. Aparte, por supuesto, esos drones pueden llevar explosivos y hacerlos detonar en caso de identificar algún grupo de terroristas.
Armamento encontrado por las IDF en un edificio utilizado por Hamás en la Franja de Gaza. Reuters
Por último, los perros tienen una función muy clara: detectar la presencia humana. En total oscuridad, incluso la visibilidad de un dron es limitada a la hora de poder descubrir una estancia escondida tras una pared.
Esos perros especializados pueden sentir la presencia de un humano a metros de distancia y es una de las esperanzas de las IDF para localizar a los rehenes antes de que la crisis aumente. Hay aún más de un centenar de secuestrados que llevan casi setenta días en unas condiciones horribles. No se sabe cuánto tiempo más van a poder aguantar.
Esa urgencia determina las prisas de Israel en esa operación… que a la vez colisiona con su política de riesgos cero. Da la impresión de que, si quiere recuperar con vida a los rehenes, tarde o temprano tendrá que recurrir de nuevo a la diplomacia qatarí o jugársela a un ataque bajo tierra.
En otras palabras, jugar al juego de Hamás. Un juego siniestro en el que no hay ganador posible: el ataque del siete de octubre ha supuesto un antes y un después para la organización terrorista y sobre todo para el pueblo que dice defender.
El número de bajas es insostenible. Las infraestructuras de la Franja han quedado destrozadas. Casi dos millones de gazatíes han tenido que abandonar sus domicilios rumbo a no se sabe dónde -los accesos a Egipto e Israel siguen cerrados- y la reconstrucción va a requerir de un trabajo de años y una inversión desorbitada.
En cuanto a la propia milicia, ha quedado tan dañada que su único objetivo ahora mismo es la supervivencia, algo que quizás solo puedan conseguir en el extranjero… o escondidos una buena temporada en sus laberintos.
Fuente: El Español
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