Los guatemaltecos votan este domingo a su futuro presidente.Los guatemaltecos votan este domingo a su futuro presidente. FOTO: GETTY IMAGES
Marcos González Díaz
Corresponsal de BBC en México y Centroamérica
Hay quienes definen a Guatemala como «el país del eterno desencanto electoral».
El motivo no es otro que la continua decepción de su población hacia el partido gobernante, que provoca que los guatemaltecos no hayan confiado nunca en una misma formación política para repetir en la presidencia tras el regreso de la democracia al país.
Así, desde que en 1985 se celebran elecciones, nueve partidos diferentes ganaron los nueve comicios presidenciales celebrados. Y tras ser derrotadas, la mayoría de formaciones que un día estuvieron en el poder sufrieron tal debilitamiento que, en muchos casos, incluso desaparecieron.
Está por ver qué ocurre en la primera vuelta de las elecciones que Guatemala celebra este domingo pero, de entrada, el voto de castigo al oficialismo parece garantizado: el candidato del partido del presidente, Alejandro Giammattei —en el país no es posible la reelección, por lo que él no puede presentarse— aparece lejos de los primeros puestos de las encuestas de intención de voto.
De los tres partidos mejor posicionados dos se estrenarían en la presidencia del país en caso de ganar: la derechista coalición Valor-Unionista de la candidata Zury Ríos y el centrista partido Cabal liderado por Edmond Mulet.
Solo la opción de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), con Sandra Torres a la cabeza, supondría el regreso de un partido al poder tras el gobierno de quien fuera su marido, Álvaro Colom (2008-2012).
Considerada la formación política más grande y estructurada de Guatemala, la UNE es una de las pocas excepciones al estrepitoso declive que casi todos los partidos sufren tras gobernar.
El partido Vamos del presidente Giammattei no tiene posibilidades de volver a ganar este domingo, según las últimas encuestas | Getty Images
Con más de 20 formaciones políticas presentó candidatos en estas elecciones, la fragmentación de los partidos es evidente.
Pero ¿cómo se explica y qué riesgos tiene para la estabilidad de Guatemala esta volatilidad en el sistema de partidos gobernantes y la aparición (y desaparición) de tantas marcas electorales en los últimos años?
Ideología vs. intereses
Según Rogelio Núñez Castellano, especialista en historia y procesos políticos y electorales de América Latina, en ningún otro país de la región se ha vivido el fenómeno de que un partido nunca repitiera en la presidencia.
«Los partidos guatemaltecos no están enraizados en la sociedad y eso ocurre porque la mayoría no representan sensibilidades sociales, solo responden a intereses particulares de grupos determinados», le explica a BBC.
Núñez apunta a la extrema heterogeneidad de la sociedad guatemalteca como uno de los motivos de la dificultad de articularla tras casi cuatro décadas de democracia.
Ver la marca electoral como un mero instrumento para alcanzar el poder explicaría, según el investigador del Real Instituto Elcano de Madrid, que algunos políticos del país hayan pasado por tantos partidos diferentes.
Zury Ríos, Sandra Torres y Edmond Mulet son los candidatos a presidente mejor posicionados en las encuestas | Getty Images
Mulet y Ríos provienen de otras formaciones como el Partido Humanista y el Frente Republicano Guatemalteco. Manuel Conde, el candidato del oficialista Vamos, fue antes diputado por el Partido de Avanzada Nacional. Giammattei alcanzó la presidencia en su cuarto intento, todos bajo siglas de diferentes partidos.
«No hay posibilidad de preguntarse por variables ideológicas. Por ejemplo, los votos en el Congreso de la República no son ideológicos: son votos guiados por el interés», coincide Gabriela Carrera, politóloga y directora de Acción Pública de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala.
Existe la excepción de algunas formaciones que, aunque nunca ganaron las elecciones, sí se han logrado mantener activas durante años: Movimiento Semilla, Movimiento Político Winaq, el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP)…
Partidos «empresas»
Por este último partido se presentó como vicepresidente a las próximas elecciones Jordán Rodas, pero los tribunales anularon su inscripción. Y aunque se le negó finalmente la oportunidad de que su formación optara por llegar al poder, coincide en esa visión general de los partidos en Guatemala.
«Los partidos son más bien empresas mercantiles que se ponen a funcionar cada cuatro años con el objetivo de hacerse con el poder y crear negocios con recursos públicos. Es como estar presto para la prostitución del Estado», afirma.
«Los partidos nacen, se reproducen, llegan al poder y se mueren. Pero se mueren con dirigentes muy ricos, y eso es lo malo», agrega en entrevista con BBC Mundo.
«Son como filiales, vehículos electorales y con una lógica de ‘necesito acceder al Estado para hacer negocio, para agenciarme de recursos y mantener privilegios‘» coincide Carrera.
Conteo de resultados electorales en 2019 | Getty Images
Expertos califican a los efímeros partidos de Guatemala como “vehículos electorales”.
También es cierto que las propias leyes contribuyen a que, en los últimos años, decenas de partidos hayan desaparecido. Según la Ley Electoral y de Partidos Políticos, si un partido no logra llegar al 5% de votos en las elecciones generales y si no coloca un solo diputado en el Congreso, será cancelado.
Pero ¿quién está detrás de este fenómeno que solo ocurre en Guatemala? ¿O a quiénes beneficia?
Para Carrera, ese sistema de partidos tiene vínculos con la gran importancia que las élites económicas ostentan en el país y responde a dos claves: «La corrupción, y el privilegio sobre el que está fundado el Estado guatemalteco».
«No hay un partido conservador que se asuma como el partido de las élites. La lógica aquí es distinta y tiene que ver con el financiamiento electoral ilícito. Es decir, esas élites pueden financiar a muchos partidos, no importa quiénes sean, si así mantienen el orden de las cosas», opina.
Desconexión de la ciudadanía
Esa fugacidad de los partidos en Guatemala y el incumplimiento de las expectativas creadas por los nuevos gobiernos provoca que haya una clara desconexión y desafección por parte de la población hacia la clase política y sus procesos (en las últimas elecciones generales, la abstención superó el 60 por ciento).
Según el último informe de Cultura Política / Barómetro de las Américas de 2021, solo el 14 por ciento de los guatemaltecos confía en los partidos y menos de un tercio (32 por ciento) en las elecciones. Además, mostró datos preocupantes para la institucionalidad como que apenas un 52 por ciento apoya la democracia y el 51 por ciento toleraría un golpe de Estado «cuando hay mucha corrupción».
«Hay una extrema desconfianza por parte de la población que viene de una escasa cultura política democrática. Pero también nace de un caldo de cultivo: que el Estado guatemalteco ha sido siempre ineficiente, muy mal financiado y sin dar al ciudadano lo mínimo: educación pública y sanidad de calidad, seguridad…», responde Núñez Castellano.
«Así que digamos que hay un fracaso del Estado que alimenta la desconfianza histórica innata de los guatemaltecos», añade el doctor en Historia Contemporánea de América Latina.
Elecciones en Guatemala
Guatemala celebra elecciones este domingo después de que en sus nueve comicios anteriores nunca un partido repitiera en el poder. | Getty Images
Carrera también cree que esa indiferencia de la población no es natural, se trata más bien de un «desencanto inducido», dice. “Y eso se suma también a un cierto temor de cuestionar, de involucrarse y participar en política en un país donde el cierre del espacio democrático se hace cada vez más evidente», critica.
Esa ausencia de un sistema de partidos estable, la fragmentación de formaciones y el desapego ciudadano podrían desembocar en riesgos fuertes para la institucionalidad y estabilidad democrática de Guatemala.
«Los riesgos para son la vulneración de los principios democráticos, del principio de representación. Es decir, solo votar por un candidato porque tienes que ser buen ciudadano, pero no porque confíes en él. También el principio del diálogo está bastante vulnerado: no hay discusión política ni propuestas, la oferta electoral busca seducir al voto con una oferta pobre y vacía que apela más a un populismo sin mayor solidez, critica Carrera.
«Y eso repercute en la ciudadanía que no se pregunta cuáles son las propuestas, más bien la discusión se basa en ‘¿quién no es corrupto?' El debate se empobrece muchísimo y vulnera las probabilidades de salir adelante como país en materia de política pública», concluye.
Fuente: La Opinión e imagenes de Getty Images.
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