​¿Ucrania por Taiwán?

Hace dudar a Occidente, reunión entre Xi Jinping y Medvedev

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MEDVEDEV XI JINPING

Dimitri Medvedev y Xi Jinping, en Pekín.




Guillermo Ortiz


La proverbial ambigüedad china en las relaciones internacionales vivió el pasado miércoles un episodio preocupante. Pese a que el gobierno de Xi Jinping se niega a posicionarse con claridad a favor de Rusia en su invasión de Ucrania y no consten envíos de armas ni de tropas como refuerzo al maltrecho ejército de Vladímir Putin, lo cierto es que tampoco se ve una condena tajante después de diez meses de conflicto.


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Los reclamos tibios, casi elementales -China sí ha pedido que se respete la territorialidad integral de los estados y se ha mostrado muy crítica con las amenazas nucleares provenientes de Moscú- no acaban de llegar acompañados de actos que los respalden. China ha renunciado a unirse a las sanciones internacionales contra Rusia y ahora es su mayor socio comercial. No quiere formar parte de una alianza en favor de Ucrania y tampoco le importa continuar sus maniobras militares junto a la flota rusa en el Pacífico.


Esas maniobras, anunciadas desde hace semanas, tuvieron su correlato diplomático con la visita de Dimitri Medvédev, ex primer ministro ruso, expresidente del país antes de que Putin cambiara la constitución para perpetuarse en el poder y líder actual del partido Rusia Unida, el mayoritario en la Duma desde hace dos décadas. Medvedev, un hombre tempestuoso, con cierto gusto por el alcohol y las declaraciones altisonantes, es de los primeros en salir a los medios para hablar de armas nucleares en cuanto las circunstancias se tuercen. No es una figura moderada ni es un perfil diplomático.

XI JINPING Y PUTIN

Xi Jinping y Putin se reúnen en Uzbekistán. Reuters



Medvedev hizo el martes un viaje relámpago a Pekín, con la excusa de las maniobras que nadie sabe bien cuándo empezaron ni cuándo acabarán porque Rusia y China trabajan juntos con sus fuerzas militares en el Pacífico desde hace semanas-, y fue recibido en primera persona por el presidente Xi, algo que llamó la atención en Occidente. Xi no suele reunirse con invitados de menor rango, es algo muy inusual, y menos en un momento crítico para China, en medio de un aumento alarmante de casos de covid después de que renunciara a su política sanitaria de restricciones y aislamientos.


Una neutralidad impostada


Ha trascendido de esa charla la propuesta de Xi para iniciar negociaciones de paz con Zelenski. No es decir demasiado. A esas alturas cada uno tiene su idea de en qué deben consistir esas negociaciones, pero lo que está claro es que Rusia y Ucrania sólo entienden la paz en términos de victoria. Rusia no parece dispuesta a renunciar a los territorios que se ha anexionado -aunque no tenga control militar sobre en ellos- y Ucrania tampoco esta dispuesta a ceder. Va a defender con uñas y dientes la legalidad y la vuelta a las fronteras del 24 de febrero, que ya de por sí suponían un agravio para Kiev.


La apuesta de China por la neutralidad tiene algo de impostada y no ha habido manera de hacer cambiar a Xi de opinión. Biden lo intentó en un principio con amenazas y al ver que no funcionaba optó por un enfoque más amistoso en la pasada cumbre del G20. Dio igual. Xi, en casi todo, es inescrutable… y en esto también. Por un momento, dio la sensación de que el eje Rusia-China podía resquebrajarse ante las continuas derrotas de Moscú en el frente de guerra y su discurso cada vez más enloquecido respecto a la disuasión nuclear, pero ese momento pasó y la alianza sigue impoluta.



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China, por razones obvias, no quiere ni oír hablar de armas atómicas ni de nada que cambie el statu quo actual. Lleva años extendiendo redes de apoyo en África, Asia y Sudamérica. Redes comerciales y de infraestructura, con el control de los puertos más importantes del mundo. Xi Jinping siente que su momento se acerca, mientras dobla a Estados Unidos como el país con mayor nivel de exportaciones del mundo. Mientras Rusia se lanza a la autodestrucción con una guerra absurda que solo le cuesta dinero y vidas, China observa y escruta. El fin del mundo le viene fatal.


El multilateralismo

Está claro que Xi aún no se siente seguro como líder de una gran potencia que pueda hacer frente por su cuenta y riesgo a los americanos y sus aliados occidentales. Cree que necesita aliados, en especial, India y Rusia. Sigue obsesionado con la idea de un multilateralismo que se reparta el mundo y en el que la dinámica de bloques sea más fluida. Ambigüedad, de nuevo. No puede deshacerse del lastre ruso porque sabe que en algún momento puede necesitar su apoyo y no quiere quedarse solo. El ejemplo de la guerra de Ucrania es ilustrativo de lo que pasa en su diplomacia y en sentido bélico, cuando se queda solo contra la OTAN.


Xi no suele reunirse con invitados de menor rango, pero ha hecho una excepción con Medvedev con motivo de las maniobras en el Pacífico


En principio, en un sentido egoísta, a China le debería venir bien esta autodestrucción rusa. Un rival menos en demasiadas zonas. Un competidor menos por la iniciativa en el bloque antioccidental. Sin embargo, Xi se niega a dejar caer a Putin y es lógico que nos preguntemos por qué. Si las razones no son estrictamente económicas ni hay lazos culturales históricos que cuidar -al contrario, Rusia y China han sido enemigos políticos incluso cuando ambos compartían dictaduras comunistas-, es de imaginar que estamos ante un caso de oportunismo. China quiere mostrar su apoyo velado a Rusia… porque tiene en mente que Rusia haga lo propio cuando llegue el momento.


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¿Qué momento? Es difícil no pensar en Taiwán. Todos los líderes del Partido Comunista Chino, empezando por Mao Zedong, han mostrado su voluntad de anexionarse la isla de Formosa, convertida en República de China desde que en 1949 las tropas nacionalistas de Chiang-kai-Shek tuvieran que refugiarse en su huida del ejército rojo. Ahora bien, lo de Xi roza la obsesión. Esos diez años de mandato se han visto trufados de apelaciones constantes a la anexión política o militar de una isla que considera una región más de la República Popular.


Esperan 2025

No se sabe cuándo se decidirá Xi a dar el paso. De momento es cauto. Un doble frente Ucrania-Taiwán habría sido mucho para la OTAN y habría complicado las circunstancias para Occidente, que se habría visto obligado a defender a sus vecinos europeos por un lado y a sus aliados del Pacífico -Corea del Sur, Japón, Australia…- por el otro. Todo eso, sin descartar la posibilidad de que Kim Jong-un quisiera unirse a la fiesta una vez empezada.


En cualquier caso, la batalla por Taiwán pinta a inminente y promete ser mucho más compleja que la de Ucrania. Los objetivos del Partido Comunista Chino hablan de un único estado a partir de 2025, aunque no especifican la fecha, como es lógico, porque nadie da pistas en estas cuestiones. Tal vez ese sea el momento de apelar a la unión con Rusia. Yo me mantuve al margen cuando tú invadiste Ucrania, tú no dirás ni mu cuando yo haga lo propio con Taiwán. Como enemigo común, Estados Unidos, que no sabemos ni en qué manos estará por entonces.


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Todos los expertos en geopolítica consideran que la invasión china de Taiwán es cuestión de tiempo y que solo cabe prepararse. Estados Unidos lo hace desde hace tiempo. Desde el traumático ataque japonés a Pearl Harbour, el ciudadano medio americano se ha sentido más amenazado por lo que pasa en el Pacífico que por lo que pueda pasar en Europa. En ese sentido, la escalada militar de Japón, que reniega de su pacifismo post-Hiroshima, puede suponer un problema más para la zona. O un alivio, nunca se sabe. Si se trata de disuadir, cuantos más aliados se tengan, mejor. Xi ha elegido mantenerse al lado de los suyos pase lo que pase. Esta por verse si esa estrategia es la más razonable y la dirección exacta a donde conduce.



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